CUARTO DOMINGO TIEMPO ORDINARIO “A”.
Hoy hemos escuchado una de las más hermosas páginas del Evangelio. Son las primeras palabras que Jesús nos dirige cuando comienza su anuncio del Reino de Dios. En el monte de las Bienaventuranzas proclama la Nueva Ley del reino de Dios, como en el monte Sinaí Moisés recibió la ley que regiría al Pueblo de Israel. Y la Nueva Ley de Dios, proclamada por Jesucristo, es que Dios nos quiere felices.
Es una realidad la que hay en nuestras vidas: los hombres y mujeres del mundo nos parecemos en que todos queremos ser felices. Y también nos parecemos en que no sabemos cómo conseguirlo. Para salir de este embrollo tenemos este mensaje que Jesús nos deja en las Bienaventuranzas.
Con las Bienaventuranzas comienza el evangelio de Mateo. A lo largo de todo él, iremos viendo cómo se viven estas Bienaventuranzas, que no se viven en el bolsillo lleno de dinero, en un puesto de poder, en un no sufrir dolores ni enfermedades, en tener todos los bienes materiales conseguidos… La verdadera felicidad nace de un corazón lleno de amor hacia los demás, lo mismo que Jesús nos da la verdadera felicidad en el amor que nos tiene, que le llevó a dar su vida por todos nosotros en la cruz y que, por esta entrega amorosa, llegó a la gloria de la eterna bienaventuranza en la gloria de su resurrección.
Sofonías, el profeta que hoy leemos y escuchamos en la primera lectura, ya nos da la primera pista: la humildad, la justicia, el derecho, la pobreza… son el camino de la felicidad que nace en el corazón y que por ello nos trae la verdadera Bienaventuranza. Es el nuevo pueblo de Israel, un pueblo humilde y pobre que buscará su refugio en el Señor, dador de la verdadera felicidad, para la que nos ha creado.
También en el salmo que hemos rezado, damos gracias y aprendemos de un Dios que está cerca de los hambrientos, cautivos, ciegos, los peregrinos, huérfanos y viudas, los más débiles de la sociedad israelita. Junto a ellos siempre está el Señor, el que ama la justicia y rechaza la maldad. El Señor es la fuente de la verdadera Bienaventuranza. Solo el que recibe al Señor y de él aprende a vivir será feliz. Y que tristeza hay en la persona que busca la felicidad por otros lados.
Dios está siempre cerca de los pobres y necesitados. Así era la comunidad cristiana de Corinto, una de las primeras fundadas por San Pablo. Lo humilde y pobre del mundo es quien puede encontrar la grandeza en Dios
Por eso hoy tenemos un claro mensaje: busca ser feliz, como Jesús nos enseña en las bienaventuranzas. Y serás verdaderamente feliz, haciendo felices a los demás.